Y Dios usó a la mujer (Parte 1)

Foto por Phil Eager

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Mujeres destacadas en el Antiguo y Nuevo Testamento

Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

¿Será posible que Dios use alguna vez a la mujer, descendiente de la que pecó primeramente en el Edén? A primera vista quizá parezca una pregunta necia, porque todos sabemos que Dios ha usado a muchas mujeres. 

Sin embargo, en muchas iglesias evangélicas todavía hay ciertas dudas en cuanto al papel del «vaso más frágil»; inclusive hay movimientos en la actualidad que limitan cada vez más la actuación femenina en el servicio del Reino. 

Creo que tanto en la ejemplificación bíblica como en la vida práctica de la Iglesia cristiana, la respuesta es un rotundo sí. Es verdad que aunque la mujer en tiempos del Antiguo Testamento estaba muy limitada en cuanto a su esfera de acción, varias se destacaron por haber sido usadas por Dios: 

  1. Sara, esposa y compañera de un gran hombre de fe, sierva que dio de comer a ángeles y madre gracias a un milagro divino.

  2. Débora, líder y juez de todo el pueblo hebreo aun siendo casada. 

  3. Hadasa (Ester), huérfana que llegó a ser reina del imperio persa, quien intercedió ante el gran emperador cuando Amán amenazó con su terrible holocausto. 

  4. La anónima «mujer virtuosa» de Proverbios 31, esposa ejemplar, madre previsora, artesana, emprendedora, agente de bienes raíces y sabia a los ojos de Dios. 

  5. Jocabed, la mamá de Moisés, quien tuvo el valor civil y la astucia de resistir la orden del Faraón y salvar a su hijo. 

  6. La viuda que milagrosamente cuidó de Elías.

  7. La mujer casada que atendía a Eliseo.

  8. Abigail, mujer prudente y sabia que supo lidiar con la necedad de su esposo, salvando las vidas de hombres inocentes.

  9. La sunamita descrita en Cantares, y otras más.

Al leer el Nuevo Testamento, descubrimos una sorpresa tras otra. Si pensamos en el nacimiento de la Iglesia narrado en Hechos, nos impresiona descubrir que los once apóstoles y hermanos de Jesús habían estado reunidos y orando con varias mujeres cuando, de una forma dramática, cayó sobre todos el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. 

El apóstol Pedro en su primer sermón cita al profeta Joel como sigue: «Vuestros hijos y vuestras hijas verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán» (Hechos 2:17-18). 

Es sumamente interesante el hecho de señalar a las mujeres aparte de los varones, dos veces. ¿Realmente hay diferencia entre hijos e hijas, siervos y siervas? ¿Son mencionados por separado a propósito? Parece obvio que sí. 

Más adelante, Lucas destaca el hecho de que uno de los siete diáconos elegidos en Jerusalén, Felipe, era padre de «cuatro hijas doncellas que profetizaban» (Hechos 21:9). 

También nos dice que la primera persona convertida en Europa fue una mujer comerciante, Lidia de Filipos.  La primera iglesia cristiana en la historia de ese continente se reunía en su casa (Hechos 16:40). También nos cuenta que el apóstol Pedro fue instrumento para resucitar de la muerte a una mujer destacada por su servicio cristiano, a Tabita (Dorcas).

En su evangelio, el doctor Lucas menciona que la mujer anciana que vio a Jesús en el momento de su presentación en el templo era la profetisa Ana. Ella «no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones». 

Después de ver al niño y comprender que era el Mesías prometido, dice la Biblia que «daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén» (Lucas 2:37-38). Es probable que tuviera contacto con el grupo clave de judíos espirituales, a tal grado que la investigación minuciosa de Lucas lo llevó a la ancianita. 

El apóstol Pablo enfatiza que la participación de la mujer es importante en la obra de Dios. Por ejemplo, en su carta a los romanos saluda a Febe, quien era diaconisa en la iglesia de Cencrea. 

Se supone que Febe tenía todas las cualidades requeridas de los diáconos: honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas, de limpia conciencia y sometidos primero a prueba para ver si eran irreprensibles (descritas en la primera carta de Pablo a Timoteo). 

Hoy en día, pocas congregaciones evangélicas aceptan nombrar a mujeres como diaconisas, limitando este trabajo a los varones. Es indudable que hay mujeres del nivel espiritual requerido, pero en muchos casos su servicio está limitado a las sociedades femeniles o a dar clases a los niños. Sin embargo, el ejemplo bíblico prevalece.

Pablo recuerda también a Priscila, quien al lado de su esposo Aquila colaboró de manera significativa en la obra misionera en Roma, Corinto y Éfeso. «Expusieron su vida por mí», dice el apóstol, incluyendo a ambos. ¡No es por sus dones como cocinera que Pablo felicita a Priscila! 

El apóstol escribe una carta cariñosa a Filemón y a su esposa Apia, quienes tenían una iglesia en su casa. Agradece indirectamente a Eunice y a Loida por el ejemplo de fe que proporcionaron a Timoteo durante su niñez y que contribuyó a prepararlo para el ministerio. En su carta a los filipenses, Pablo se refiere a Evodia y a Síntique, «que combatieron juntamente conmigo en el Evangelio» (Filipenses 4:2-3).

En la epístola a los romanos, Pablo envía saludos a María, «la cual ha trabajado mucho entre vosotros»; a Trifena y a Trifosa, «las cuales trabajan en el Señor»; a «la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor». También a Julia y a la hermana de Nereo, recalcando que son santas. De la lista de personas a las cuales el apóstol saluda, cerca de la tercera parte son mujeres. 

El apóstol Juan escribió su segunda epístola a «la señora elegida» y a sus hijos, sin especificar quiénes son. Pudo referirse a una iglesia o una mujer dirigente en la obra. 

Y eso no es todo, en el ministerio terrenal de Jesús, es interesante ver sus relaciones con algunas mujeres además de su amada madre María (de la que sabemos muy poco). 

Por ejemplo, el evangelista Juan dedica 38 versículos para describir el encuentro entre el Señor y una mujer samaritana despreciada por la sociedad. Algunos de los conceptos de mayor significado de toda la Biblia fueron compartidos por primera vez con ella. 

Fue a esta adúltera que Jesús le declaró abiertamente su identidad como Mesías: «Yo soy, el que habla contigo» Su trato con ella fue cortés pero firme. Y por ella ocurrió un gran avivamiento en Samaria.

Después de la resurrección de Jesús, fue una mujer, María Magdalena, a la que Él personalmente le encargó una tarea importantísima: «Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Juan 20:17).

Por otro lado, es significativo que los ángeles a través de toda la Biblia, no aparecieron solo a los hombres sino también a varias mujeres. Tres de los evangelios relatan cómo dos ángeles hablaron con María Magdalena, Juana y María la madre de Jacobo en la tumba, mandándoles que dieran la noticia de la resurrección de Cristo a los discípulos. 

De igual manera, todos recordamos que el ángel Gabriel se apareció a María y le anunció que sería madre de Jesús.

Aun en el Antiguo Testamento, se lee que un ángel le habló a Agar desde el cielo y otro le dijo a la madre de Sansón que tendría un hijo. En total, por lo menos seis mujeres vivieron la increíble experiencia de encontrarse con un ángel. Esto comparado con unos 16 hombres: Abraham, Jacob, Moisés, Josué, Gedeón, Manoa, Balaam, Elías, Daniel, Zacarías el profeta, Zacarías el sacerdote, José, Cornelio, Pedro, Felipe y Pablo. 

Sin duda, podemos estar seguros de que Dios ha usado a la mujer en gran manera a través de toda la historia. Que estos ejemplos bíblicos nos inspiren a reconocer el valor y la invitación que Dios continúa haciendo a las mujeres a participar activamente en su obra. 


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