Cuando las personas a mi alrededor no apoyan el propósito de Dios en mí
Es bueno admitir que no estamos hechos de hierro
Por Gracia Anderson
Encontrar nuestro llamado puede ser un proceso largo. Cuando finalmente llegamos al punto en donde estamos listos para seguirlo, ya sea adquiriendo preparación específica para nuestros dones o emprendiendo una oportunidad, nos encontramos con que no todas las personas a nuestro alrededor están de acuerdo con nuestra decisión. A veces lo que nos sorprende más es cuando los que se oponen no son cualquier persona sino las más allegadas y queridas.
En nuestra ilusión de compartir lo que Dios está haciendo en nosotros, nos abrimos con gozo frente a algún familiar o amigo, contándole sobre los pasos que estamos a punto de tomar. Sin embargo, en ocasiones, en vez de recibir una reacción de alegría, recibimos dudas, desconcierto u otro sentimiento contrario al apoyo que esperábamos. ¿Cómo lidiar con esto?
Lo primero es reconocer que no es fácil escuchar la desaprobación de quienes amamos. Lo segundo es saber que su falta de apoyo no cambia la manera en la que hemos sido diseñados. No anula nuestros dones, tampoco el proceso que hemos recorrido ni nuestro propósito. Lo tercero es seguir pidiéndole dirección y confirmación a Dios.
Es importante no engancharnos en discusiones. El Señor nos dice que va delante de nosotros. Por lo tanto, podemos entregarle el rechazo de nuestros seres queridos y confiar en que si lo que vamos a hacer en verdad es su voluntad, Él va a mantener las puertas abiertas. Él nos dará la gracia y la capacidad para continuar con su plan, aun sin la aprobación de quienes más nos importan o trabajará en sus corazones y quizá cambien de opinión en el futuro.
Es primordial que no nos demos por vencidos en seguir las indicaciones de Dios. De Él fluyen ríos de agua viva. Cuando el agua corre, crea nuevas sendas donde no pensábamos que podían existir. Por tanto, podemos confiar en que Dios nos ha creado con un propósito y aunque las cosas no estén saliendo como pensábamos, Él va a proveer otras maneras, personas, oportunidades o lo que sea que necesitemos.
Después de todo, Él promete conceder los deseos de nuestro corazón cuando nos deleitamos en Él y enderezar nuestras veredas siempre que sepamos reconocerlo en nuestros caminos (Salmo 37:4, Proverbios 3:6).
Finalmente, es bueno admitir que no estamos hechos de hierro. Somos seres humanos que necesitamos el apoyo de otras personas en la fe que puedan compartir y caminar en oración junto a nosotros, mientras seguimos poniendo a prueba las decisiones que vamos tomando.
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