Las tres personas en tu iglesia que te necesitan
Y qué hacer para que se sientan menos solitarias
Por Erika Sawatzky
¿Alguna vez has notado los grupos que se forman antes y después de cada servicio en una iglesia? Es parte del encanto de la congregación. Pero puede ser muy difícil para las personas que no encajan en ninguno.
La persona soltera que ya no es tan joven
Muchas veces se encuentra flotando entre dos grupos. Los amigos de su edad ya están casados, quizás con hijos. Su vida es diferente. Pareciera tener más en común con los jóvenes adultos pero tampoco encaja allí. Puede sentirse bienvenida en ambos lados, pero siempre como visitante; nunca como integrante.
Necesita familia; gente dispuesta a invitarla a sus actividades, a platicar y salir. Esto aplica en especial a la persona soltera que no tiene familia cristiana. Cualquier tiempo juntos ahuyentará la soledad, pero lo mejor que podemos hacer por ella es incluirla en eventos familiares.
La mamá de niños pequeños
Parece ser una persona muy ocupada, ¡siempre corriendo detrás de sus niños y cargando mochilas! Pero entre tanta actividad puede sentirse muy sola. Esta mamá a veces siente que ya nunca platica con adultos.
Necesita conversar. Es bueno recordar que, por el momento, su mundo consiste en niños pequeños. Para algunas, será difícil hablar de otra cosa más que de ellos. ¡Otras querrán hablar de cualquier tema menos de los niños! Sea cual sea su preferencia, una o varias conversaciones pueden serle de muchísimo ánimo.
También podemos brindarle apoyo cuidando a sus hijos para que tenga la oportunidad de pasar tiempo con otros adultos o simplemente consigo misma.
El adulto mayor
Aunque en ocasiones forma parte de su propio grupo, tal vez sea el más solitario. Puede que cuente con sus hijos y nietos que lo visiten y le ayuden, pero en general, su vida está llena de soledad. Más aún si es viudo, divorciado o nunca se casó.
Muchos de sus amigos ya fallecieron, sus hijos adultos tienen su propia vida y sus nietos están siempre impacientes por salir a jugar. Esta es la persona que siente que su vida ya no tiene valor.
Necesita compartir. Tiene experiencias de toda una vida y muchísimo que contar. Puede hablarnos de anécdotas que nosotros jamás viviremos y darnos consejos sobre situaciones que podríamos pasar.
En esta etapa tiene más sabiduría para compartir que nunca, pero son precisamente en estos años en los que pocos se dan el tiempo de escucharlo. Pasar tiempo juntos será de mutuo provecho: ellos se sentirán menos solos y nosotros podremos aprender.
La persona soltera, la mamá de hijos pequeños y el adulto mayor tienden a sentirse solos aun cuando están rodeados de una congregación. Nosotros podemos integrarlos a la hermandad cristiana, supliendo sus necesidades particulares.
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