¿Qué hacer ante una sociedad dañada por la violencia?
Foto por Andrea Hernández
6 ideas prácticas
Por Cesia Carrillo
Durante el primer semestre del 2021 hubo un incremento del 24 % en feminicidios y violencia intrafamiliar, en comparación con el año anterior.
El aumento de la violencia no ha sido solo contra la mujer. Estudios arrojan que en la Ciudad de México y estados como Chihuahua, Baja California y San Luis Potosí, los niños y adolescentes también son ampliamente afectados por este problema. Se ha registrado una cantidad considerable de casos de niños que son llevados a instancias de gobierno para protegerlos de sus padres abusivos, así como un aumento de infanticidios.
Las secuelas de la violencia pueden afectar en gran manera al individuo y a la sociedad. Aunque hay otros factores que influyen, vemos que en muchas ocasiones las víctimas se vuelven victimarios. Además nuestra sociedad fomenta ideologías nocivas y radicales como el machismo, el feminismo, el conformismo y otras.
Por mi parte, como mujer, nunca he sido víctima de violencia grave. Pero sí comparto con todas las mujeres momentos de inseguridad y desesperación: al caminar en la calle, al sentirme acechada por un extraño, ante el acoso sexual y otras situaciones.
La violencia no solo se limita a un género o sector, sino que es el resultado de una carencia de valores en todos los ámbitos de una sociedad dañada.
En marchas de protesta se ven letreros en contra de las autoridades y de la policía por no hacer nada. Sin duda cargan con parte de la responsabilidad y nuestro derecho es pedir rendición de cuentas. Sin embargo, el amarillismo en las redes sociales y el miedo a enfrentar los procesos de denuncia ha acrecentado la barrera con las autoridades, mientras que incita a respuestas violentas por parte de los ciudadanos. Quizá esta es la razón por la cual ante el hartazgo de la situación, algunos movimientos feministas han levantado la voz de una manera no pacífica.
Al analizar racionalmente el tema, encontramos una premisa: la violencia engendra violencia. En cambio, la Biblia nos enseña que el mal se vence con el bien. Esto no es una bandera de ingenuidad, una excusa para mantenernos en el hoyo como víctimas ni una carta abierta a la pasividad. Esta es una invitación radical y quizá la manera de lograr un cambio profundo y duradero.
¿Qué podemos hacer?
Primero, si conocemos algún caso de violencia, brindemos apoyo a las víctimas y alentémoslas a denunciar, si es posible acompañándolas a hacerlo.
No es suficiente sentir empatía, movámonos a misericordia como la Biblia nos enseña. En situaciones de violencia es muy importante actuar en el momento oportuno para proteger de un mayor daño a las víctimas, ofreciéndoles alternativas viables y lugares de refugio. Informémonos y seamos parte de la prevención.
Aunque sea muy difícil, busquemos el balance entre el hambre de justicia y el amor a los enemigos. Reconozcamos que una perspectiva polarizada de este problema solo generará mayor violencia.
No critiquemos a las víctimas. Cuando estamos fuera de la situación es muy fácil ver la salida, pero para la persona que está dentro y lo sufre en carne propia no se ve de la misma forma. También es de suma importancia reconocer que nadie se gana ser maltratado y que cada persona es responsable de sus propias acciones y emociones.
Seamos sensatas al no exponernos a situaciones de peligro. Contemos con medidas propias de seguridad incluso en nuestras relaciones cotidianas.
No promovamos la lucha de poder entre hombres y mujeres.
Las estadísticas nos demuestran que vivimos en una sociedad dañada, y al ser nosotros parte de ella, contribuimos ya sea al problema o a la solución. Apeguémonos a la Palabra de Dios y procuremos una cultura de sabiduría divina. Examinemos todo. Luchemos por lo bueno y verdader
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