No te contamines
¿Qué pasaría si aplicáramos el doble no circula al pecado en nuestra vida?
Por Sally Isáis
La contaminación en la Ciudad de México ya no es noticia. Se ha vuelto parte de nuestra experiencia cotidiana esta neblina espesa, viscosa y pesada, que cada ciertas semanas se pone peor y activa las alertas ambientales. Y cuando se añaden las cenizas del volcán Popocatépetl, que ha estado bastante activo en los meses recientes, tenemos como resultado esta bruma tan palpable a los ojos, nariz y boca.
Al bajar en avión hacia el aeropuerto de la ciudad, esta capa se vuelve muy visible. Es impactante porque de pronto uno ya traspasó esa horrible capa y se encuentra del otro lado de ella. Tengo que reconocer que siempre es una llamada de atención el pensar que vivimos dentro de esa nata. Pero como que se nos olvida en el ajetreo diario.
Tenemos los monitores de control ambiental, el obligado «hoy no circula», las voces de aquellos que nos recuerdan que aquí en la Capital, nuestros pulmones respiran el equivalente a unos siete cigarrillos por día y más. Sin embargo, nos acostumbramos y lo consideramos parte de las curiosidades de vivir en una megalópolis.
Sucede lo mismo con el pecado a nuestro alrededor. Está aquí, latente y sucio. Lo respiramos cada vez que salimos a la calle y vemos un espectacular que promueve antivalores.
Lo inhalamos cada vez que prendemos la televisión o el radio en el auto y escuchamos las opiniones de los «que saben», de los «expertos» y de los que tienen «influencia».
Lo absorbemos cuando leemos un «excelente» libro o revista escrito con lenguaje soez pero «fino» y «moderno» o cuando le hacemos caso al amigo que asegura: «Si todos lo hacen, ¿qué tiene de malo?», «Una aventurita la tiene cualquiera, no exageres. No vas a dejar a tu esposa y a tus niños, sólo es un desfogue momentáneo que a cualquiera le cae de maravilla! Incluso le puedes dar permiso a tu esposa para que haga lo mismo y así ambos quedan satisfechos y se aprecian más».
Las medidas de prevención ambiental más aplicables, las conocemos: cerrar las ventanas de casa, no hacer actividad física al aire libre, no ocupar tanto el auto. El doble no circula es parte del mismo plan. Todo esto implica un cambio en nuestro estilo de vida.
¿Qué pasaría si aplicáramos el doble no circula al pecado en nuestra vida? ¿Si cerráramos las ventanas de nuestros ojos para no ver lo que le ofende a Dios? ¿Si dejáramos de asistir a lugares y eventos que nos meten ideas en la cabeza que no debemos tener? ¿Si le diéramos un mayor y mejor lugar al estudio y aplicación de la Biblia?
Jesucristo oró al Padre por nosotros pidiendo: «No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno» (Juan 17:15). Aquí vivimos. Jesús mismo oró por nosotros. Seguro que Dios escuchó y contestará.
¡No tenemos que respirar la suciedad a nuestro alrededor! Es nuestra decisión. Protejamos nuestro cuerpo, mente y espíritu.
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