¡Cuidado con las deudas!
¿De qué voy a echar mano si sucede un accidente...?
Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)
Hoy todo el mundo habla de las crisis económicas, pero realmente no es un tema nuevo. Periódicamente en la historia, el mundo ha pasado por problemas en cuanto a la distribución de la riqueza. Este asunto es un problema para todos.
Sería fabuloso vivir sin deudas, pero pocos pueden gozar de ese privilegio. Para algunos es difícil vivir sin automóvil, y muchos los compran a crédito, por lo que cada mes durante lo que parece una eternidad, deben abonar algo a cuenta del vehículo.
En este caso, vale la pena considerar la compra de uno más económico o ahorrar (aunque también parezca una eternidad) hasta tener la cantidad necesaria para comprarlo de contado.
También está el asunto de la vivienda. Cuántas personas compran su casa con base en una hipoteca que debe ser liquidada mes tras mes.
Desde luego, es una buena inversión cuando se escoge con sabiduría un lugar dentro de nuestras posibilidades para pagar. Pero muchas personas escogen algo mucho más allá de sus recursos y después sufren para poder pagar cada mes.
Y si por alguna razón se quedan sin trabajo o sus ingresos bajan, es toda una tragedia.
Las peores deudas son las que se obtienen por cosas menos básicas, incluyendo las conseguidas con una tarjeta de crédito. Recuerdo cuando los bancos ponían grandes anuncios espectaculares diciendo: “Regale felicidad esta Navidad... una tarjeta de crédito”.
Sí parece felicidad cuando se empieza a usar, pero no cuando llega la cuenta mensual y luego se acumulan los intereses. Ya me imagino a un pobre papá cuyos hijos le señalaron aquellos anuncios y le rogaron hasta el cansancio que querían su propia tarjeta para cada uno.
Desde pequeños los hijos deben aprender a ahorrar y a guardar el diezmo de lo que reciben (sea mucho o poco) para dárselo en ofrenda a Dios. Es clave que comprendan que el dinero se obtiene con el trabajo, ¡no por milagro!
Si no lo saben, entonces en manos de los jóvenes inexpertos, una tarjeta de crédito es doblemente peligrosa.
Algo que muchas personas no consideran, es que pueden ocurrir emergencias o gastos inesperados de improviso. ¿De qué voy a echar mano si sucede un accidente, por ejemplo?
A lo mejor se tienen varios seguros (para el auto, para los gastos médicos mayores de la familia, la casa, e incluso gastos funerarios), pero siempre pueden ocurrir sorpresas, situaciones totalmente inesperadas.
El sabio Salomón dejó asentado un proverbio que advierte: “No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día”. Debemos ser humildes delante de Dios, además de procurar ser sabios y prácticos en la vida diaria.
La Biblia habla de un joven llamado José, el cual después de muchas peripecias, llegó a ser primer ministro del gran imperio egipcio, ocupando un puesto directamente debajo de faraón.
Inspirado por Dios, José dijo que vendría una crisis económica y que para estar preparado, el faraón debía guardar un 20% del producto nacional bruto cada año, y así en cinco años estaría preparado para una caída total en su economía.
Si tomamos esto como ejemplo y si añadimos el diezmo para Dios, nos queda el 70% de nuestros ingresos actuales para los gastos ordinarios de la familia (incluyendo los impuestos del gobierno, que también pueden ser altos).
¡Mucho cuidado con las deudas! Con excepción de la casa, es mejor ahorrar para un proyectos específicos y comprar al contado, evitando así los intereses. Esto involucra mucha disciplina y planeación, pero es posible. Todos podemos ahorrar, solo hay que dar el primer paso y no dejar de hacerlo.
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