¿Irreparable?
La solución para muchos problemas en la actualidad parece ser sencillamente alejarse de ellos, huir
Margie Hord de Méndez
«En nuestros días, si algo no servía, lo reparábamos. Así también los matrimonios». Es verdad. En cambio hoy en día parece que las relaciones en general son desechables.
Otra manera de ver el asunto es la que escuché en boca de la psicóloga argentina Pilar Sordo. Hizo un contraste entre las fotografías antiguas y las modernas. Antes mandábamos el rollo de fotos a ser revelado cuando al fin se llenaba. Con paciencia esperábamos hasta el día indicado para recogerlas. Con ansias abríamos el sobre y descubríamos cuántas fotos habían salido nítidas y bien.
No era nada sorprendente que alguna tuviera un dedo tapando parte de la imagen, otra con ojos rojos, otra borrosa o encimada. Quizá nos habíamos equivocado en cuanto a usar el enfoque correcto; tal vez aparecía algo indeseado en el fondo.
¿Las tirábamos? En muchos casos, no, sobre todo cuando no había ninguna foto mejor de lo mismo. No se podían reparar completamente, aunque un buen fotógrafo podía tomar el negativo y hacer algunas mejoras, según el tipo de desperfecto.
La generación actual no conoce ese proceso largo; vive con lo instantáneo. Si no les gusta la foto o casi siempre una serie de fotos tomadas una tras otra, se borran fácilmente y se vuelven a tomar. Ya no se busca reparar lo que no sirvió sino que se desecha.
La solución para muchos problemas en la actualidad parece ser sencillamente alejarse de ellos, huir. ¿Un embarazo no deseado? Abortar al bebé. ¿Problemas de comunicación en el matrimonio? Regresar a casa de mamá. ¿No me pareció algo que me dijeron en la iglesia? Mejor no regreso.
Cada caso es diferente y no me toca juzgar. Obviamente, existen situaciones en las que lo mejor es distanciarse (por ejemplo cuando hay violencia), tal vez solo por un tiempo. Pero la reparación existe, sobre todo cuando creemos en un Dios que promete hacernos «nuevas criaturas». Si nos hacen falta la paciencia, la misericordia y el perdón, Cristo ofrece regalarnos estas cualidades y más, de su tesoro insondable.
Luchar por restaurar relaciones rotas es posible. Se vale buscar buenos consejeros que nos ayuden a ver la perspectiva de Dios. Se vale decir: «Me equivoqué, perdóname».
Se vale tirar algunas fotos imperfectas y guardar otras.
Sobre todo, se vale recordar que Dios anhela sanar lo roto.
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