Cuidando a los niños que no viven en familia
Dios nos ha llamado a reflejar su carácter de Padre
Por Mónica Aguilar
Recuerdo que estábamos en la sala de nuestra casa cuando le dije a mi esposo: «Digamos que sí al llamado de Dios». En ese momento sonaba fácil. Realmente no dimensionamos el tamaño de la tarea: enseñar y capacitar a la iglesia en México sobre el cuidado de los niños que no viven en familia.
Hasta después nos dimos cuenta de lo grande que era el reto frente a nosotros. Nos preguntamos: «¿Cómo podrían un ingeniero civil y una pedagoga desconocidos y sin conexiones importantes cumplir ese llamado?». Era una meta imposible y por esa razón Dios nos la había dado.
Como parte de nuestra preparación comenzamos a estar en contacto con hermanos estadounidenses que promovían el acogimiento familiar (Foster care). Esto es una modalidad de cuidado que permite que los niños vivan en una familia en lugar de en una institución, mientras su situación familiar o legal se resuelve y pueden regresar con su familia biológica o ser adoptados.
Un día mi esposo conoció a una familia que durante un año estuvo viajando en su casa rodante por todo Estados Unidos, promoviendo este ministerio entre familias cristianas.
Cuando él me lo platicó, rápidamente le comenté: «Sería genial que hiciéramos lo mismo, claro adaptado a nuestro contexto. Tal vez viajar una o dos semanas visitando iglesias y enseñando el corazón de Dios por el solitario y el vulnerable». Y así lo decidimos.
Durante el verano del 2016 planeamos la primera Gira ABBA (Adopción y acogimiento familiar). Visitamos seis ciudades en dos semanas. Recuerdo haber preparado todo para salir, hacer los pagos y comentarle a mi esposo: «Ya estamos listos. Ya no debemos nada y aquí están los $500 para el viaje».
De inmediato me preguntó: «¿Entonces, no vamos a ir? ¡Eso definitivamente no alcanza para un viaje de dos semanas!». No recuerdo mi respuesta, pero sí mis sentimientos de confianza y expectativa en lo que Dios haría.
La gira arrancó en nuestra iglesia local. Ahí algunos hermanos compraron productos que teníamos a la venta y otros nos dieron ofrendas. Al final de la reunión Dios había multiplicado la provisión y comenzamos la aventura de fe.
Han pasado seis años en los que hemos realizado cuatro giras por el país (la más corta de dos semanas, la más larga de un mes) y cinco eventos a nivel nacional. Hemos llegado a veinte estados del país y más de diez mil personas han sido informadas sobre los procesos de adopción y la necesidad de los niños que viven en casas hogar.
Hemos colaborado para impulsar cuatro programas de Acogimiento familiar en México y más de setenta niños ahora viven en familia, debido a que un día le dijimos que sí a Dios. Se han unido a nosotros muchos hermanos: algunos en oración, otros donando, recibiendo niños en acogimiento, comenzando su proceso de adopción e incluso otros ministerios de cuidado al vulnerable.
Todavía la misión nos queda muy grande y sigue siendo imposible para nosotros. Sin embargo, hemos confirmado que poniendo nuestros panes y peces en las manos del Maestro, Él se encarga de hacer los milagros. Nuestro anhelo es que la Iglesia cristiana sea reconocida por su servicio a los niños vulnerables mediante la adopción y el acogimiento familiar.
El cumplimiento de este llamado no se trata de nuestras habilidades o contactos. Más bien, tiene que ver con reconocer que, aunque para nosotros es imposible, para Dios todo es posible. Él nos ha llamado a reflejar su carácter de Padre que ama, cuida, provee y ubica al solitario en familia. Él sabe lo que se puede lograr cuando vamos de su mano.
Mónica Aguilar
Directora de ABBA Adopción y acogimiento familiar.
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