Un centinela de virtud

Foto por Eliab Bautista

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«El que cultiva su campo, no piensa en hacer mal a nadie»

Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

No sé qué opines del trabajo, pero yo estoy de acuerdo con lo que dijo Cicerón: «El que cultiva su campo, no piensa en hacer mal a nadie». O sea, el ocuparnos en algún trabajo honorable es algo positivo, nos ayuda a pensar bien y no mal.

También Confucio, el antiguo filósofo chino enseñó: «Dios ha puesto el trabajo por centinela de virtud». Es importante que cada uno de nosotros tenga un trabajo digno, interesante y provechoso para nuestra sociedad, si vamos a lograr la paz y la felicidad.

Las personas ricas por lo general se mantienen muy ocupadas con sus negocios y sus asuntos; no tienen tiempo para estar ociosas excepto en sus periodos vacacionales, que no son tan frecuentes como muchos nos imaginamos. 

Las mujeres en la casa deben cumplir con una multitud de tareas: cocinar, limpiar, lavar, planchar (bueno, ahora no tanto como antes), arreglar, comprar, organizar, servir, cuidar y enseñar a los niños, etcétera.

No importa el tipo de empleo, se espera que uno cumpla con algunas cosas básicas. Las personas que son promovidas y tienen éxito, por lo general son aquellas que laboran con entusiasmo, fidelidad y excelencia. Las personas que muestran una actitud negativa, que se quejan siempre de algo y que no hallan gozo en nada son precisamente las que no progresan y a las que no se les ofrecen mejores puestos.

Por lo general uno empieza trabajando en algo rutinario y va progresando al paso que aprende cosas nuevas. El estudio y la dedicación son vitales para tener éxito.

Un empleado flojo, desaliñado, quejumbroso e indiferente, no gana el favor de ningún jefe. Ahora más que nunca, cuando los trabajos escasean cada vez más, es importante que nos mostremos animados, leales, interesados en que haya progreso y mejoría.

En estos días es muy peligroso perder el trabajo por la dificultad de encontrar una nueva oportunidad, sobre todo si las referencias no son de lo mejor.

Hay que recordar que nuestros ingresos dependen de nuestro trabajo. ¿Cómo sabemos en qué debemos trabajar? Desde la juventud es importante decidir el área en que deseamos servir a la humanidad y entonces prepararnos lo mejor posible para hacerlo bien.

Existen muchos exámenes para descubrir nuestras aptitudes, y durante la niñez y juventud podemos ver hacia qué dirección estamos inclinados por naturaleza.

Sé de un joven a quién desde niño le apasionaban los aviones. Siempre buscaba leer revistas sobre aviación, en la escuela se dedicó a las materias relacionadas a la ingeniería y la geografía y cualquier cosa relativa a su gran amor.

Sus padres vieron su noble inclinación y con sacrificios le ayudaron a sacar su licencia de piloto. De allí en adelante él tomó vuelo, por decirlo así, y ahora es feliz como un exitoso instructor de pilotos.

Una mujer que conozco decidió desde los ocho años de edad que quería servir como médico y nunca cambió de idea. Durante su juventud mostró aptitudes para muchas posibles áreas de servicio, pero nunca vaciló en su decisión de dar su vida a la medicina.

Creo que una persona tendrá el éxito asegurado, si siente su trabajo como un llamado, como un ministerio. Así debemos ser todos, no importa nuestro nivel ni nuestras limitaciones.

El trabajo es honorable y vale la pena. La persona que quiere vivir de la caridad, el crimen, o sin servir a otros, no prosperará en ningún sentido de la palabra, pero el que se dedica con entusiasmo a su tarea diaria, será feliz y vivirá una vida que vale la pena.

El gran sabio Salomón dijo en su libro de Proverbios capítulo 21, versículo 5: «Los planes bien pensados y el arduo trabajo llevan a la prosperidad, pero los atajos tomados a la carrera conducen a la pobreza». Proverbios 28:19 añade: «El que se esfuerza en su trabajo tiene comida en abundancia, pero el que persigue fantasías termina en la pobreza».


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